Flores suicidas

La noche ha caído otra vez, y con ella la humareda. Los cuerpos que me habitaban son cambiantes al sonido, a la imagen, al ilusorio "estecabronotravez", y me cuentan en los sueños como se me va acabando el trazo sutil con el que caminaba destilado sobre estas inestables andaderas.

¿Qué carajos estaba pensando? Si yo ni sé vivir así.

Mejor me rindo a la degeneración del sistema, desvio las manchas del hombro hacia una orilla intransigente y oblicua, hacia un callejón perpetuo de flores suicidas. Mejor me escondo cual aroma entre paredes y rincones. Mejor no, que igual me veo. Mejor me arranco el ombligo y me niego como bien nacido, y me pongo un racimo de gardenias en los ojos, solo para estar al tanto de lo vano, del ilusorio movimiento de mis manos. Mejor tomo prestada una garganta, para hablar con matices azules y timbres verdiarbusto; asustarme de lo lindo y de lo astuto que me salió esa voz entre colores. Estoesestupido, porque me daría miedo devolverla, y el miedo me da asco, y el asco me provoca, y mi provocación es continua, con mi voz original que sale muy deprisa, que brinca mis párpados y se toma de las cejas de quien pase por ahí. Y de las cejas a la boca, y la boca se siente parte de un juego, y se la pasa a la cabellera, y la cabellera abre paso hacia tu cráneo oxidado, y el oxido le agrega edad, y llega mas que muerta a tu cerebro, y ahí está: NADA.

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