Nocturno urdimbre.

Es el impuslo
que estos dedos sienten
al contacto con aquellas cuerdas
-que me pertenecen ahora,
tanto como a este trapecio que vibra-
las que me hacen gritar para dentro
a la mitad de una madrugada de septiembre póstumo.

Es el camino del puente metálico
sus torres de madera
y el polvo ahogado en mis uñas
los que hacen bailar a estas falanges
que cubren con una sombra intermitente
el deslizamiento de mis piernas por debajo

y al mismo tiempo
esta caja plana,
resonante como mi pecho en brama,
recae en silencio
-igual que mi voz temprana-
al dormitar
del ultimo de mis huesos en estallido.

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