Pellejitos

Eras tan buena con las palabras;
se desprendían como lince
no importase el tiempo que te tomaran
o las muecas que en ello generaran.

Tan buena eras que cuando por fin
de entre todas ellas
no encontrabas la correcta para definirnos
- todo ese mar de golondrinas-
pasabas la lengua por entre tus labios
como buscandola entre los pellejitos
(a ver si debajo de uno de ellos
a ver si escarlata o bermellón)
y que con ella pudieras evitar,
después de tanta carnación en vano,
el entonces encuentro de nuestro sanguíneo.

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