te sabias los nombres de todas las flores, de todos los postres

º

El berreo
-porque yo no lloro, berreo-
que humedece estos agujeros negros
vividores, debajo de mis ojos
me remontan
al agua
que fluyó
entre nosotros;
y esas preguntas
impasibles:

-"¿por qué tan caliente?"
cuando me veías lavar
un traste sucio

-"¿por qué no te metes aún?"
en la ducha compartida
y la desnudez primigenia 

º

El azul
vacilado 
de tu cabellera 
el que plasmaste
en los azulejos del baño,
surcó
despabilado
mi departamento-neblina
que durante meses
resistió el aguaje
donde lavé mis culpas

y con cada río faltante
en esta ciudad podrida,
tu recordabas el nombre
de todas las flores
de todos los postres


y aun espero tu voz
cuando los lunes
en el mercado
me descubro inerte
ante el té de lavanda
y sus acompañantes
sobrevivientes de la resolana


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